Érase una vez un emperador que quería un traje para el día de San Satrecio y no encontraba ningún traje.
Un día encontró dos señores con tres trajes para él. Uno era rosa brillante, el otro era dorado y el último era invisible.
El primero no le gustó, el segundo tampoco, pero el tercero sí. Costaba 100 monedas de oro, lo compró con el dinero de el pueblo.
El día de San Satrecio se lo puso y como era invisible se le veían los calzoncillos.
Pablo Moreno González
lunes, 31 de mayo de 2010
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